El sexto Dakar que se celebra en Sudamérica, que partirá de Rosario, en Argentina, y cuya meta estará en la ciudad chilena de Valparaíso, será una ventana por la que el mundo se asomará a Bolivia, pero también por donde los propios bolivianos se mirarán para conocerse un poco mejor.
El Ministerio de Culturas organizó la Segunda Caravana por las rutas del Dakar con la participación de 105 periodistas y personal de 25 instituciones públicas, entre ellos el titular de la cartera, Pablo Groux, y el viceministro de Turismo, Marko Machicao. Fue una visita a los posibles caminos que recorrerán los participantes del rally. El punto de partida —aunque ya no está dentro del itinerario de la competencia— fue Tarija. Éste es el cuaderno de bitácora o, mejor dicho, de guantera, de cinco días vividos en la carretera (que no siempre estaba pavimentada) por todo el grupo repartido en 44 vehículos, entre 4x4 y camionetas. Kilómetros, tradiciones gastronómicas, historia, trajes regionales, música y mucha ilusión de los lugareños calentaron los motores de la competencia que pasará por el país el 12 y 13 de enero.
Tarija, 25 de septiembre de 2013. Sobre las 10 de la mañana, la
comitiva de medios de siete departamentos de Bolivia (no hay nadie de
Beni y Pando) se juntan en la ciudad sureña. En el arqueo, los vehículos —cada uno con su
número identificativo— están colocados en orden y aguardan a los
ocupantes que van a pasar más tiempo ahí adentro que al aire libre o en
una cama descansando. Cada cual tiene su credencial en la que viene el
número del coche en el que viajará.
La plaza de Tarija, con sus palmeras y su fuente, es el kilómetro 0 del
que partirá la caravana. Antes de salir, unas palabras de las
autoridades nacionales, departamentales y locales, de yapa un refrigerio
a base de jamón, queso, dulces y vino, pues el camino es largo. Y
arrancan los autos, en orden, camino a Villazón, ciudad fundada en 1910
en una región en la que ya vivían pueblos indígenas, como los chingas y
los chichas, a los que los aymaras intentaron someter sin éxito, empresa
que lograron los quechuas. Pero, antes de arribar, toca un viaje de
cinco horas en el que se pasa de la región tarijeña a la potosina, por
una carretera que, en buena parte, es de tierra. Los cerros rojizos y
secos y los cañones son los protagonistas del paisaje.
Cuando la comitiva llega a la plaza principal de Villazón, cerca de las
6 de la tarde, la encuentra llena de gente, como si no hubiera pasado
por aquí otra caravana hace tan sólo cuatro meses. Y los lugareños
reciben a los visitantes con una demostración folklórica: el baile del
torito y el caballito, una danza que los presentadores del evento
describen como “ancestral y milenaria” de la comunidad de Kasira Grande;
luego, los comunarios explican que la tradición existe desde la época
de la Colonia. El nombre hace referencia a una laguna de la zona que, se
cuenta, cambiaba de colores. En su interior habitaba un toro de oro,
que llamó la atención de los españoles, quienes trataron de llevárselo.
Los lugareños fueron masacrados, cuenta la leyenda, tratando de evitar
que el animal fuera sacado de las aguas. Entonces, varios caballos
aparecieron para salvar al bovino. Por eso, en las fiestas en honor a la
Virgen de San Lorenzo, en agosto, la gente del lugar baila, unos
vestidos de toro, otros, de caballo. Y así lo muestran a los visitantes.
Desués viene el rato de las coplas y el de la exhibición de los mejores
ejemplares de camélidos.
El Dakar es un “pretexto para mejorar las condiciones de vida, la
infraestructura, los servicios, de un municipio de frontera”, dice a la
concurrencia el Ministro de Culturas, que no deja de ondear con brío
decenas de wiphalas. Por ello, insta a limpiar la ciudad, a hacer de
Villazón, con 44.645 habitantes, un lugar más seguro y mejorar la
atención al público para recibir a los 30.000 turistas que, se espera,
pasen por aquí durante el desarrollo del rally.
También se está implementando un nuevo sistema informático en
colaboración con Argentina para que los trámites migratorios entre ambos
países sean más ágiles.
Los vecinos también se preparan para el evento del año, como Prima
López, miembro de las Bartolinas, quien ya ha hecho contacto con
visitantes que dormirán en sleeping sobre lana de llama en la sala de su
casa. Otros aprovechan la oportunidad y refaccionan sus domicilios para
acoger a turistas y, así, disfrutar después de las mejoras en sus
viviendas. Esperan recuperar parte de la inversión con lo que cobren por
las pernoctaciones bajo su techo.
No podía faltar una degustación de la gastronomía local: asado de chivo
y de cordero acompañado de quinua. Y, después de ver el simulacro de
cómo se entrará a Bolivia desde Argentina en las oficinas de Migración,
toca desplazarse hasta Tupiza, a una hora de viaje. Al llegar la
comitiva, toca acomodarse en diferentes hoteles. Los periodistas se
encuentran con que en uno el agua caliente no sube más allá del primer
piso o que no hay café hasta la mitad del desayuno, y en otro, a los
visitantes les entregan por la mañana un trozo de pan y una botella de
agua.
26 de septiembre:
Tupiza-Atocha-Uyuni. Todas las incomodidades se disipan cuando el grupo
se traslada en sus inseparables autos entre lomas ocres hacia la
Quebrada Seca. Allí comienza un paseo a caballo, tanto para
experimentados como para novatos. Es una actividad que se realiza para
turistas desde hace más de diez años. Este paisaje digno de un western
será, probablemente, parte del recorrido que motos y autos harán para
llegar a Uyuni, pasando por lugares por los que anduvieron personajes de
la talla de los bandoleros Butch Cassidy y Sundance Kid.
La excursión termina en Palquiza, una comunidad rodeada de sauces
llorones y atravesada por estrechos riachuelos camuflados por yerbas,
con los típicos cerros pardos de fondo del cuadro. Toca comer cordero a
la cruz y, de nuevo, a los autos, rumbo a Uyuni, un trayecto largo y
movido por caminos de tierra y, luego, al adentrarse en zona desértica,
arena, en la que es difícil captar señal telefónica.
El viento hace bailar la arenisca en forma de pequeños tornados y, en
el municipio de Atocha, los vecinos advierten a la comitiva de que deben
ir por un camino alternativo, pues el de siempre ha sido barrido por la
tierra.
Casi a medianoche, el grupo llega a Uyuni y, a modo de buenas noches, suena el silbido de un tren desde la estación.
27 de septiembre: El salar. Con sus 10.582 km², y a 3.650 metros sobre
el nivel del mar, dicen que es el espejo en el que las divinidades se
miran cada mañana. Y a los pobres mortales les ciega si no se ponen
gafas de sol, les quema si no se cubren y les hiela si sopla el viento.
Pero, eso sí, a nadie deja indiferente el salar de Uyuni. En la comitiva
hay periodistas que nunca habían estado en esta maravilla, una de las
25 a nivel mundial. En Playa Blanca, a unos 40 minutos de la población
que da nombre al desierto de sal más grande del planeta, el Primer y
Segundo Mandatario del país celebran el Día Mundial del Turismo con
música, una breve visita a la isla Incahuasi (La Casa del Inca, llena de
cactus y en la que el sándwich de huevo cuesta 20 bolivianos) y con un
almuerzo del chef Emilio Garnica a base de diferentes tubérculos,
quinua, cebiche de charque y postre hecho con pseudocereal cultivado
cerca, en Salinas de Garci Mendoza, por donde probablemente, y aunque no
estaba contemplado en un principio, pasen los corredores rumbo a Chile.
El Presidente aprovecha el momento para anunciar que el nombre de
Salinas debería completarse con “de Thunupa”, por la descolonización.
Posteriormente, fue inaugurado en el aeropuerto La Joya Andina de Uyuni
(que será ampliado para recibir vuelos internacionales) el servicio
wi-fi de Entel.
28 de
septiembre: Del hospedaje de los corredores a las faldas del Thunupa. El
7 de enero de 1829 abrió el que hoy es conocido como Regimiento de
Infantería Loa. Seis años después, se ganó la denominación de
“Vencedores de Yanacocha”; en 1836, la de “Vencedores de Socabaya” y,
tras la Guerra del Pacífico, “Denodado y aguerrido Loa”. En sus
instalaciones, en las camas de los soldados, descansarán una noche (la
del 12 de enero) los participantes del Dakar (2.000 personas; otras
3.000 estarán en las instalaciones de la Fuerza Aérea); también habrá
espacios para las salas de prensa, operaciones de la empresa
organizadora del rally, ASO (Amaury Sport Organisation) y la exposición
de los carros.
De allí,
la caravana parte a Salinas de Garci Mendoza, en la orilla del frente
del salar. Por el camino, la comitiva se detiene en Jiriri, una
comunidad con una iglesia colonial que, milagrosamente, no tiene el
techo de calamina, pero donde tampoco hay ni rastro de señal telefónica
móvil. El agente cantonal, Thunupa Nina, hace hincapié en que aún hace
falta mucha inversión en esta tierra.
Una hora después, los 44 autos son recibidos con música y los típicos
arcos festivos cubiertos de aguayo por los habitantes del municipio de
Salinas de Garci Mendoza. La ilusión por el rally es también palpable en
este rincón, donde el frío hace recordar a la caravana que ya han
pasado muchos días y kilómetros desde que arrancara su andadura por las
rutas del Dakar. En la tierra de la quinua real, los visitantes
privilegiados que han conocido los caminos que miles de espectadores
verán por televisión dentro de tres meses, hacen un recuento de todo lo
visto. Y, aunque aún queden cosas por mejorar y por implementar,
comparten los ánimos de todas las gentes que ya ondean las banderas
esperando a los forasteros que vendrán a conocer la diversidad de
Bolivia.
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